sábado, 17 de julio de 2010

Voy derecho y no me quito, por Édgar Velasco

 Para el diario Público-Milenio

La semana pasada, mientras las redes sociales hervían por la presunta censura de parte del gobierno del estado a un video que criticaba a la Vía Express, se daba a conocer que el Ejecutivo estatal fungiría como aval del proyecto, requisito indispensable para que la iniciativa privada le entre a la que será, nos ha dicho Emilio González Márquez, la panacea a todos nuestros males viales. Y así, como aplicando la vieja ronda infantil, el gobernador parece cantarle a sus opositores: “Voy derecho y no me quito. Si me pegan, me desquito”.

Como si fuera dogma de la fe que profesa, Emilio González Márquez está decidido a sacar su segundo piso a como dé lugar. Morboso que soy, me llama particularmente la atención la dinámica que ha adquirido la ciudad desde que el gobernador comenzó a preocuparse por ella —y aquí el lector puede, si gusta, esbozar una sonrisa: primero nos endilgó una versión del Macrobús que parece reunir todos los errores de los modelos que imitó y ahora nos viene a vender la idea de la Vía Express. Cambiando términos, estamos hablando del Metrobús y el segundo piso, esas genialidades que los blanquiazules capitalinos tanto le han criticado al Peje de pejes. ¿Será que ya podemos irnos imaginando el desafuero de González Márquez? ¿Tendrá por ahí guardado algún videoescandalito? Educado en la escuela sospechosista, me da la impresión de que Emilio González Márquez se muere de ganas por emular al Peje para llegar en forma al 2012. Ahí la lleva.

Pero volviendo al asunto de la Vía Express, me llama la atención que, como suele ocurrir, se diga que la obra es en beneficio de los jaliscienses. Me pregunto qué de provechoso puede ser este segundo piso para los habitantes de Jalostotitlán o Colotlán. El discurso perpetúa el centralismo de toda la vida, que hace pasar por beneficio para el estado lo que nada más tendrá efecto en la zona metropolitana. Pero bueno, bajo ese cobijo viene la Vía Express y también con él se cubrió a estas tres obras, que fueron hechas en beneficio de los jaliscienses:

A) El nodo Colón, que nos vendieron como un paraíso y que sigue siendo un atolladero para quien circule por López Mateos y Américas en horas pico. Si usted va por López Mateos y pretende sumarse a Américas, tome sus precauciones: saliendo del túnel —si no es que incluso desde dentro— lo espera un embotellamiento porque el verdadero problema, el cuello de botella que está pasando Providencia, quedó igual.

B) El cruce de Periférico y Colón, que era un revoltijo, sí, revoltijo que nada más recorrieron unos metros: hicieron un retorno elevado y, en un derroche de inteligencia súbita, lo dejaron de un solo carril, lo que provoca una fila de carros eterna, la obstrucción de un carril —a ratos, dos. En resumen, el panorama es igual: hartos carros, hartos camiones, harto smog.

C) Este todavía no está consumado, pero ahí la lleva: el puente elevado —elevadísimo— en el Álamo. No se necesita ser una luminaria para prever el caos que se viene, insinuado en el desmadre que ya se vive por ahí en las horas de mayor congestionamiento. Ah, si la vida fuera como un render.

En medio de todo esto, siempre se alzan voces, expertos opinan, la oposición hace como que se opone —aunque, es de todo sabido, todo es negociable. Pero nada de esto importa en Casa Jalisco: Emilio González, en su mundo fantástico, sigue cantando a todo pulmón: “Voy derecho y no me quito”.

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